Imaginaos dos días de safari subidos a un camello, paseando por el desierto, cerca de la frontera con Pakistan. Imaginaos contemplar cómo el sol, rojo como la sangre, se esconde detrás de las dunas. A eso súmale una hoguera, música y una noche bajo las estrellas. Un cóctel alucinante que te hace vibrar, ésta es nuestra experiencia en Jaisalmer.
Llegamos pronto por la mañana a Jaisalmer, en un bus nocturno proveniente de Pushkar (tuvimos que coger el bus porque estuvimos grabando un spot publicitario en Pushkar y no llegamos a tomar el tren). Nada más bajarnos del bus, nos metieron a todos los jóvenes en un Jeep y nos llevaron a una guest house en la que nos ofrecieron hacer el safari en camello. La oferta nos pareció buena, 1250 rupias (18€) por persona y día con todo lo necesario incluido, así que, desayunamos y nos marchamos a hacer el safari.
Jaisalmer está en el desierto, aun así, nos adentramos unos 70 kilómetros en Jeep por el desierto de Rajastan, hasta llegar a una zona de dunas. Nos contaron que dado el aumento del turismo en los últimos 30 años, las dunas en las que antes se hacían los safaris están completamente llenas de basura, hostales, tiendas y demás desgracias traídas por el ser humano, y que hoy en día sólo frecuentan esa zona los indios que quieren hacer rutas en camello por el desierto.
Montar en camello es una cosa muy guay, igual que subirse a un elefante; algo exótico y único (por lo menos para nosotros, que no tenemos la oportunidad de hacerlo un día cualquiera). Pero no es para nada cómodo, de hecho si tuviese que buscar un antónimo a la palabra comodidad, sería «montar en camello» jaja.
La comida, las mantas para la noche, y todos los utensilios necesarios para pasar dos agradables días en el desierto los pone la misma compañía, así que nosotros no tuvimos que preocuparnos de nada.
El safari
Montamos en camello durante un par de horas antes de parar para descansar. Los guías prepararon la comida mientras nosotros descansábamos bajo la agradable sombra de un solitario árbol; comimos, y tras echar una pequeña siesta, nos pusimos en marcha. Por la tarde, dimos de beber a los camellos, y antes de que cayese el sol, paramos para poder contemplar el atardecer. Después, encendimos una hoguera que nos proporcionó calor y luz, y alrededor de la cual nos reunimos durante la noche para charlar y escuchar música; un lujo. La noche fue fría, pero teníamos suficientes mantas, y como el cielo estaba claro, pudimos disfrutar de las estrellas y la luna.
El segundo día, anduvimos en camello hasta llegar a un poblado. Allí, un montón de niños nos esperaban, sedientos de rupias y chocolatinas. El poblado no tenía nada interesante, pero nos sirvió para ver cómo subsistían los locales de la zona. Después de comer, el Jeep vino a buscarnos y nos llevó de vuelta a Jaisalmer.
Sin duda, una experiencia interesante y muy recomendable.
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Que envidia y qu lujo poder estar allí