El Jadida es el lugar en el que nos enamoramos de Marruecos. Después de haber pasado por Assilah, que allanó el proceso de paz entre Marruecos y nosotros; visitar El Jadida lo remató. Se trata de un antiguo fuerte portugués, que hoy en día está llena de vida árabe. Los niños salen de casa saltando por la ventana y corretean por las calles, las madres riñen y ríen, limpian y cocinan, mientras, los hombres trabajan en el mercado. El mercado de El Jadida se encuentra fuera de la ciudadela, pero es un lugar mágico; no es nada turístico, sólo locales, que compran y venden todo tipo de cosas. La vida en el mercado empieza pronto por la mañana, y no descansa hasta pasada la medianoche. El Jadida es un lugar en el que los vendedores no te aturrullan por ser foráneo, ya que están demasiado ocupados atendiendo las peticiones de los compradores y compradoras locales.
No es un sitio impactante, pero merece la pena visitar El Jadida para conocer una versión más real de Marruecos.
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Cómo llegar a El Jadida
Dormimos en el coche a medio camino entre Assilah y El Jadida, pasado Casablanca. La autopista es sin duda la mejor opción si vienes desde el norte, nosotros fuimos por la carretera y es mucho más lento y pesado. Hay gorrillas en casi todos los parkings del centro, es necesario buscar rincones donde poder dejar el coche sin pagar, o ser muy rápido entrando al coche y salir antes de que el gorrilla te pille.
Dónde dormir en El Jadida
Teníamos fichadas varias opciones de alojamiento en El Jadida. Habíamos mirado en Tripadvisor las candidatas, pero todas resultaron carísimas: 550-1.600 dirhams (55-160 euros) por una habitación doble sin desayuno. No es fácil encontrar alojamiento barato en El Jadida. Dentro de la ciudadela encontramos un lugar algo escondido, que aunque no era barato, fue lo más asequible que encontramos; 300 dirham la habitación doble con desayuno incluido. El hostel se llama Dar El Jadida, y el dueño es italiano, muy majo.
Qué ver y hacer en El Jadida
La verdad es que no hay gran cosa que ver y hacer en El Jadida; la ciudadela, el puerto, el mercado, relajarse en la terraza del hostal y la cisterna. Lo más divertido sin duda para nosotros fue el mercado de El Jadida. Allí pudimos probar todo tipo de comidas, y tuvimos una súper experiencia con un vendedor. Resumiendo, el chico comenzó a hablarnos del Corán y a cantarnos mantras para terminar invitándonos al bocadillo.
La anécdota
Merece la pena contar con calma esta anécdota. Resulta, que en la entrada al mercado había un puesto de comida. Borja le había echado el ojo. Fuimos al centro del mercado, donde comimos un par de bocadillos, pero Borja insistía en ir al de la entrada. Como se puso bastante pesado, volvimos a comprobarlo, pero el dueño no estaba en el puesto.
Esperamos 5 minutos delante del puesto vacío. De repente, un sonriente chico que sólo hablaba árabe apareció entre la multitud para ponerse al mando de la parrilla, donde tenía un poco de carne picada medio chamuscada. El chico empezó a hablarnos de Ala y del Corán, con palabras sueltas en castellano, francés e inglés, y el resto en árabe. Nos sirvió el bocata, e insistió en que nos sentásemos en dos sillas que tenía para ello, así que obedecimos. Se sentó con nosotros, y comenzó a cantar, cantó durante dos o tes minutos sin parar, oración tras oración. El chico estaba visiblemente emocionado, parecía un tío tímido, y estaba cantando delante de dos desconocidos; alucinamos.
Al final, nos dio enlaces de algunos blogs en los que se habla del Corán, y nos dejó marchar sin aceptar el dinero que le debíamos por el bocadillo. Sin duda, fue algo que tenía que pasar, por algo Borja quiso volver. Estábamos bastante rayados con la actitud de algunos marroquíes y las reglas del mundo árabe, pero esto nos dio otra visión de los marroquíes y la religión. Sin duda, para este chico, la religión es un altar que le aúpa, la razón por la que levantarse sonriente cada mañana.
Visitar El Jadida si pilla a mano, pero tampoco es un must si te pilla muy lejos de la ruta.
