Los salares de Makgadikgadi son un cúmulo de salares perdidos en la sabana de Botswana; los restos del otrora enorme lago Makgadikgadi, que una vez cubrió un área más grande que Suiza, pero que se secó hace unos 10.000 años. La suma de todos los salares de Makgadikgadi ocupa una superficie mayor que el mismísimo salar de Uyuni, haciendo que sea el salar más extenso del mundo.
El día anterior habíamos alucinado con la belleza de la nada en Kubu Island, así que decidimos que teníamos que pasar un día y una noche en los salares de Makgadikgadi. La zona es realmente inhóspita, no vive nadie en los 150 kilómetros que separan Gweta (al norte de los salares) de Mopipi (al sur de los salares), y el terreno es peligroso, el barro salino tiene una consistencia parecida al cemento líquido y es fácil que el coche se quede atascado.
Además vimos el especial de Top Gear en Botswana (el video que sigue), y aseguran que ellos fueron los primeros en cruzar estos salares con un vehículo; con lo cual, para nosotros, que en comparación somos unos pardillos, la aventura se presentaba como un gran reto, sobre todo después de lo que nos pasó en Moremi…
Resultó que el piso era firme, porque octubre es el final de la época seca, y por ende, el momento en el que el que la tierra está más dura, así que fue una gozada conducir sobre el salar, no nos hizo falta ni poner el 4×4. Bien es cierto que cuando nos poníamos a hacer giros y a serpentear con el todoterreno las ruedas se hundían bastante en la tierra, pero nada grave.
Al final, llegamos a un punto en el que sólo veíamos salar a nuestro alrededor, ni pastos, ni piedras, ni árboles; sal. Pasamos toda la tarde refugiados en la sombra que nos proporcionaba el coche, escuchando el silencio, sintiendo cómo la nada entraba dentro de nosotros, sintiendo nuestro cuerpo vibrar, conectándonos con el entorno.
La verdad es que los lugares desérticos tienen algo especial que es invisible a los ojos, y ya lo he experimentado tanto en el desierto del Thar en India, como en las dunas de Erg Chebbi en Marruecos.
Nada tiene sentido cuando te encuentras en medio de la nada, los únicos acompañantes son el sol durante el día y la luna con las estrellas de noche, y cobran gran importancia, se convierten en algo vital, son parte de tu vida. El acompañante fugaz es el viento, que viene y va, cuando viene lo sientes como nunca antes, y cuando se va deja espacio al vacío, al silencio absoluto, cosa que no había escuchado en 24 años de vida (es una sensación muy rara para el oído). Al final terminamos desnudos, porque, ¿qué sentido tiene llevar ropa?
Aquí os dejo nuestro día en los salares de Makgadikgadi resumido en 1 minuto; no os lo perdáis.