Llegar a Bukit Lawang fue toda una odisea para mí, era mi primera vez viajando sólo por Asia, Adrián se había quedado en Australia; y me pasó de todo. Para empezar, aun habiendo salido de casa tres horas y media antes de que partiese el vuelo, llegué al aeropuerto 55 minutos antes de que el avión despegase por culpa del tráfico matinal. La ventanilla para hacer el check-in estaba cerrada para entonces… y aunque tuve que escuchar la bronca de las señoritas de Air Asia unas cuantas veces, al final conseguí que me hicieran el check-in, aunque me hicieron facturar la maleta (59 AUD) y sólo me dieron el billete hasta Kuala Lumpur (Malasia), y ¿por qué? Pues porque para entrar en Indonesia te hace falta tener un vuelo de salida del país, y yo no lo tenía… y tampoco me dieron tiempo a comprar uno desde el móvil mientras ellas me facturaban la maleta. Total, que me tocó correr por el aeropuerto para pasar el control de inmigración, y esprintar para llegar a la puerta de embarque. No os lo voy a negar, fue muy divertido.
Tras 9 horas de turbulencias y comentarios del tipo de “en esta zona fue donde cayó el avión de Malaysia Airlines”, llegué a Kuala Lumpur pensando que me tendría que quedar allí porque las señoritas de la ventanilla del aeropuerto de Sídney me habían cancelado el vuelo de Kuala Lumpur (tan solo una escala) a Medan (mi destino final, en Indonesia). Pasé el control de inmigración malayo, me conecté a la red WiFi del aeropuerto, le conté a todo chuspi lo que me había pasado, intenté hacer el check-in para mi vuelo en una máquina, y me acerqué a la ventanilla de Air Asia a probar suerte, como última opción, con una sonrisa. ¡Funcionó! Siempre decimos que la sonrisa es el mejor pasaporte, y aunque en el primer mundo funciona regulero a veces, en Asia no suele fallar. La amable señorita de Air Asia recuperó mi reserva, y me dio el billete de embarque fiándose de que yo compraría un vuelo de salida de Indonesia antes de embarcar.
Al aterrizar en Medan eran ya las 21.30 de la noche, y un conductor me esperaba a la salida del aeropuerto para llevarme a Bukit Lawang. La carretera estaba en todo momento flanqueada por enormes palmeras perfectamente ordenadas, se trataba de plantaciones de aceite de palma, materia empleada en casi todo lo que consumimos; desde cosméticos y productos de limpieza hasta comida procesada. El conductor me dijo que toda la zona estaba cubierta por un espeso bosque, pero que los chinos lo habían esquilmado para plantar palmeras, que consumen 45 litros de agua al día cada una, y están secando los pozos de agua subterráneos, además de dejar a los orangutanes y demás animales sin hábitat.
Por fin, a las 2.15 de la noche, llegué al hostal y pude descansar.