Atenas es la capital de Grecia y alberga a cinco de los diez millones de griegos. Es una super metrópolis sucia y calurosa, en la que se pueden ver hileras de personas durmiendo en la calle, centenares de coches abandonados, comercios cerrados, prostitutas famélicas gritando cosas y protestas callejeras, entre otros. Una vez que has visto la acrópolis, ya te apetece marcharte a las mejores playas de Milos.
Yo estuve por primera vez en Atenas en 2008, y la ciudad era la típica ciudad mediterránea con calles algo sucias y casas blancas repletas de antenas en los tejados, pero el deterioro en tres años y medio de crisis ha sido abismal.
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La Acrópolis
Como ya he descrito la ciudad en un par de frases, voy a centrarme en lo que realmente merece la pena de Atenas: la acrópolis.
Nosotros accedimos a pie desde la base, y el sol junto con la humedad nos derritieron: llegamos arriba que parecía que nos habían dado una ducha. La entrada cuesta 12 euros, y es gratuita si se presenta el carné de estudiante. Del grupo de cuatro personas que éramos solo yo tenía el carné allí, y nos dejaron pasar a todos gratis. Esto mismo nos pasó en casi todos los lugares de «pago» que visitamos en Grecia (con tanta despreocupación por el dinero, entiendo que no les vayan del todo bien las finanzas…). Dentro del recinto se puede ver un gran anfiteatro que aun se usa a día de hoy para conciertos nocturnos, y en la parte de arriba están las Cariátides y el Partenón: todo muy bonito y con mucha historia.
El monte Likavitos
Atenas tiene un par de pequeños montes en su interior, en uno de ellos se sitúa la acrópolis, y otro es Likavitos. Las vistas sobre la ciudad son espectaculares, y subimos para ver el atardecer. Una vez más llegamos empapados en sudor, porque aunque la última parte se sube en funicular, primero hay que subir callejeando hasta las faldas de la montaña. Arriba hay un restaurante, pero era demasiado caro para nosotros.
Barrios de Plaka y Monastiraki
Son los dos barrios antiguos de Atenas, y merece la pena visitarlos. Están llenos de gente, y tiendas para turistas, pero las edificaciones y las calles son bonitas. Podemos encontrar minúsculas iglesias ortodoxas en medio de las plazas o donde se hay cruces de caminos.
Cerca de estos barrios, caminando un poco, encontramos el Templo de Zeus y la Antigua Ágora.
El cambio de guardia del parlamento
No es del todo recomendable acercarse a este lugar, ya que en la plaza Sintagma, la que está frente al Parlamento, suele haber protestas a diario, y la policía se suele emplear a fondo. De todas formas, es muy curioso ver el cambio de guardia con su super baile.
Estadio Panathinaikó
El estadio de atletismo de Atenas acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos en 1896. Se reconstruyó tomando como base un antiguo estadio griego. El Panathinaiko es el único estadio en uso construido 100% con mármol blanco. Y aquí nos puedes ver muy metidos en nuestro papel de atletas:
Todos estos lugares se pueden ver en un día si se va muy rápido, o dos si se quiere ir con más calma. Pero no recomiendo quedarse más de dos días en la capital griega. Cuando fui en 2008 aprovechamos para viajar por la Península del Peloponeso, y en 2011, como era verano, para ir a las Islas Cícladas.
Por cierto, si estáis en Atenas, no olvidéis visitar Milos. Os contamos qué ver en Milos y uno de los lugares más maravilloso del mundo.
Yo estuve en Atenas en 2008, en abril, es decir, antes de la crisis, y conservo un grato recuerdo. A Grecia se puede ir en planes muy distintos. Pero si se va a ver «piedras» es mejor ir en primavera: buen tiempo y no hace el calor del verano (que entre piedras es más calor). En verano, mejor las islas o las costas griegas. Recomiendo no perderse el oráculo de Delfos, hacia el interior, en un paisaje más de montaña. Olympo es todo un mito pero queda un poco alejado de Atenas: mejor para otra vez. Es un espectáculo parar en el puente sobre el estrecho canal que separa actualmente el Peloponeso del continente y ver desde unos cuarenta metros de altura pasar algún barco mercante de tamaño mediano casi rozando las paredes del canal artificial. Otra experiencia interesante es hablar con la gente de la zona rural. Mantuve una conversación con un lugareño, él en griego, yo en inglés y su nieta de unos 12 años de intérprete. Para no perdérselo, ja-ja.