Tenemos una visión muy equivocada de los Estados Unidos, pensamos que están habitados por una banda de descerebrados que no hacen más que comer hamburguesas del McDonald’s y beber Coca Cola en sus masificadas ciudades repletas de rascacielos. Bueno… y eso tiene mucho de cierto, pero los Estados Unidos de América cambian mucho de norte a sur y de este a oeste, en cada lugar tienen sus rasgos diferenciadores, aunque todas las regiones comparten una misma característica: su exuberante y virgen naturaleza.
En la zona de Massachusetts, en la costa este, donde se sitúa la ciudad de Boston, son de lo más europeos. Toda la región nordeste de Estados Unidos fue poblada por irlandeses e italianos, y hoy en día conservan sus costumbres europeas. Nada que ver, por ejemplo, con la zona de Indiana, en la que estuve un año antes.
Tras esta breve introducción, voy al grano: las ballenas. Boston es una ciudad enorme, moderna, llena de rascacielos, tiendas, un puerto con barcos de guerra, etc. y cuando nos dijeron que nos llevaban de excursión a ver ballenas me chocó, no esperaba que fuese posible ver ballenas tan cerca de una ciudad de esas dimensiones. Nos metimos en un catamarán y nos llevaron mar adentro: íbamos a toda pastilla, el viento era fortísimo, y terminamos perdiendo de vista la ciudad.
No parecía que hubiese nada en las oscuras aguas del Atlántico hasta que de pronto aparecieron las ballenas, nadaban a pocos metros de nosotros, y alguna incluso pasó por debajo de nuestro barco. Era difícil pillar una buena foto, así que aunque las fotos no sean del todo impresionantes, es una experiencia alucinante: una actividad ligada con la naturaleza en plena ciudad.