El Blyde Canyon, situado al noreste de Johannesburgo, en Sudáfrica, no tiene nada que envidiar al Gran Canyon de Estados Unidos. Está a medio camino entre la peligrosa ciudad de Johannesburgo y el Parque Nacional Kruger, y merece la pena pasar un día en la zona si pilla de camino.
Nosotros llegamos al Blyde Canyon desde Johannesburgo, recogimos a Carlos en el aeropuerto, alquilamos el todoterreno, y tras pasar unas cuantas horas comprando todo el material necesario para los dos meses de aventura (tienda de campaña, camping gas, colchonetas, cubertería, comida y provisiones básicas). Conduciendo hacia el cañón, se nos echó la noche encima, y no sabíamos dónde acampar, recordad que en Sudáfrica se pueden encontrar animales salvajes en casi cualquier zona natural, así que cuando paramos en una cuneta para acampar y escuchamos unos sonidos raros que provenían de entre los árboles, decidimos volver a meternos en el coche y proseguir la marcha. Al de unos kilómetros, encontramos algo parecido a un pequeño complejo de casas rurales, y echamos la tienda allí mismo, para dormir y el siguiente día marcharnos al alba, sin que nadie nos viese, y sin pagar.
Hay que pagar 20 rand (1,33€) por entrar en la zona protegida del Blyde Canyon, y la verdad es que merece la pena: las montañas que rodean el valles son imponentes y bellas, hay un pantanos que se puede bordear dando un buen paseo, y también hay una cascada con una poza a sus pies.
Tras pasar el día disfrutando de la naturaleza, pusimos rumbo al Kruger National Park.