Una de las excursiones más destacables que hicimos durante nuestra estancia en Indianápolis fue la visita al famoso Circuito de Indianápolis, o Indianapolis Motor Speedway como lo conocen allí. Aunque no fuimos en fechas para el campeonato de las 500 millas de Indianápolis, para un apasionado del mundo del motor como yo fue una experiencia estupenda.
Yo fui en el año 2006 a Indianápolis, justo un año después del incidente con la fórmula 1. De hecho, y aunque suene absurdo para algunos, elegí ir a Indianápolis en vez de a Boston porque era un apasionado de la Fórmula 1 y quería ver el circuito que tan famoso se había hecho después de que no sólo tres equipos corriesen en la carrera.
La visita al circuito se divide en dos partes: la primera, dar una vuelta al circuito en un minibús, y la segunda, acceder al museo.
La vuelta por el circuito
El circuito tiene 4.023 metros de longitud, y en el minibús que va a uno 50km/h se hace larguísimo. Llama la atención el graderío, que puede albergar como mínimo a 257.000 personas, siendo la instalación deportiva con mayor capacidad del mundo. Pudimos ver el paddock, el podio, la parrilla de salida y la línea de meta.
El museo
Es sin duda donde más me divertí. Hay coches de carreras de todas las formas y colores, buzos de los pilotos, cascos, trofeos, etc. ¡Una pasada!
Cómo no, esa tarde nos llevaron a correr a un circuito de karting donde nos lo pasamos como enanos, imaginándonos que éramos Michael Schumacher o Fernando Alonso.