Sossusvlei y la Duna 45 – Desierto del Namib en 4×4

El desierto del Namib es el desierto más antiguo del mundo, una masa árida que ya existía hace 65 millones de años, época en que se extinguieron los dinosaurios. Con una extensión de 2.000 kilómetros de largo, y entre 80 y 200 de largo, acapara la costa de Namibia al completo, de hecho, Namib significa «enorme» en lengua nama. La Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 2013.

Ya pudimos cruzar el desierto del Namib en 4×4 y disfrutamos de sus arenosas dunas al recorrer la costa de los esqueletos y los alrededores de Swakopmund y Walvis Bay, pero el punto más destacable y de mejor acceso de todo el desierto del Namib, es el salar de Sossusvlei, que se adentra en las rojizas arenas del Namib, donde se puede ver la Duna 45 (que no se diferencia mucho del resto de las dunas pese a su fama).

En el norte del Namib, a la altura de Torra Bay, las dunas son de arena blanca, y no bloquean el acceso al mar, pero a medida que conducíamos con nuestro 4×4 hacia el sur vimos cómo las dunas iban tomando un color cada vez más dorado, con toques amarillos y naranjas, y de Walvis Bay en adelante, no es posible conducir paralelo al mar puesto que las dunas llegan hasta el mismo, y la carretera, sin asfaltar (típica namibia), discurre por el interior, donde la tierra y la arena se vuelven rojizas.

Por seco que sea el clima, la fauna y flora del Namib se han adaptado a la aridez del entorno, y se pueden avistar oryx, antílopes, avestruces, chacales, hienas y caballos salvajes en el sur, y elefantes, cebras, leones, y jirafas en el norte.

Recorrer Namibia en 4×4 es súper divertido, las carreteras son de piedra suelta, gravilla, arena, sal y demás componentes que el variopinto entorno ofrece, y el límite es de 100 km/h, aunque vimos vehículos todoterrenos que iban muchísimo más rápido. Por supuesto, sin un coche alto y con ruedas anchas no vas a ningún lado.

Cuenca de Sossusvlei: dunas, salares y árboles fosilizados

Lo primero que hicimos al llegar a Sesriem, el poblado en el que se encuentra la entrada al Parque de Sossusvlei, fue apresurarnos a entrar, ya que cierran las puertas cuando cae el sol, y no las vuelven a abrir hasta que el sol amanece, lo cual nos hubiese imposibilitado disfrutar del amanecer en las dunas. El campamento es sencillo, y sufría cortes de agua, pero tampoco hace falta más de lo que ofrece.

Al de pocos kilómetros después de entrar en el valle de Sossusvlei, hay una carretera a mano derecha, que conduce hasta una antigua y estable duna (sabemos que es antigua y estable por la elevada cantidad de vegetación que la cubre), y desde allí pudimos ver el atardecer en el desierto del Namib mientras tomábamos un te y comíamos unos bocadillos de mantequilla de cacahuete.

Antes de meternos en la tienda para dormir hicimos algo de yoga, lo cual nos vino de perlas para tomarnos con calma la noche, que fue medio complicada porque vivimos una tormenta de arena que nos metió arena dentro del saco, en la nariz, los ojos, la garganta, los oídos y todos los recovecos de la anatomía humana que os podáis imaginar. Además, tuvimos que madrugar muchísimo para subir a la Duna 45 y poder llegar a ver el amanecer desde la Duna 45.

Después de ver el amanecer, seguimos conduciendo hacia el interior del Namib por el salar que se adentra 50 kilómetros entre las dunas, la conducción por este lugar es pura magia, la carretera está asfaltada casi hasta el final, y de ahí en adelante la arena toma su lugar. Sólo los 4×4 pueden pasar, el resto de coches tienen que aparcar allí mismo, y subirse a un «trenecito» que es remolcado por un tractor. Aun así, llega un punto en el que todos los vehículos están obligados a parar, y la marcha sigue a pie hasta el Valle de la Muerte, un salar rodeado de altísimas dunas repleto de árboles muertos, incapaces de descomponerse por la sequedad extrema del ambiente.

Volvimos al coche, y condujimos 5 minutos más por la arena hasta llegar al punto desde el cual se deja el coche para subir a la duna Big Daddy, que es simplemente enorme. Decidimos no subir porque estábamos cansados por la nochecita que habíamos pasado, porque hacía muchísimo calor y porque el viento no paraba de llenarnos los ojos y la boca de arena. He de admitir, que parte de la culpa de llenarme de arena fue mía, porque duna a la que subía, duna desde la cual me tiraba saltando y rodando; disfruté como un niño haciendo la croqueta.

Así pues, volvimos al campamento para darnos una ducha y partimos de vuelta hacía Walvis Bay.

Por cierto, Sossusvlei es la suma de dos palabras, sossus, en lengua nama, y vlei, en afrikaans: la ciénaga sin retorno. Por suerte, nosotros retornamos 🙂

Aitor

La curiosidad me ha llevado a viajar por más de 70 países, y quiero inspirarte para que tú también viajes barato y sin miedo. En mi blog encontrarás guías de viaje, recomendaciones, consejos y anécdotas.

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